¿Por qué algunos amigos nos borran de Facebook?

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Según el propio Facebook, en 2014  le ha ocurrido al menos al 63% de sus usuarios: nos han borrado de la lista de amigos alguna vez o varias.

Hacemos como que no nos molesta, y de hecho lo practicamos creyendo que el expulsado tampoco lo va a añorar, pero lo cierto es que siempre nos intriga un poco.Los porqués son diversos y las investigaciones y experimentos son variados, lo cierto es que todos ellos arrojan razones muy mundanas y bastante concretas.

Cuanto más adinerados somos, menos amigos tenemos porque dependemos menos de la ayuda de otros

Las últimas conclusiones las acaba de publicar la Universidad de Cambridge, a quien Facebook ha facilitado algunos datos desligados de sus nombres para preservar su intimidad.

En ellas, la cuestión solamente se aborda tangencialmente, ya que más bien se centran en quiénes son las personas seleccionadas para ser nuestros colegas en Facebook. Y la conclusión es clara:cuanto más adinerados somos, menos amigos tenemos porque dependemos menos de la ayuda de otros (es una trasposición de la vieja dinámica de la tribu que permanece unida para colaborar y sobrevirir).

Otra de las conclusiones del estudio habla de que, contra lo que pueda parecer,las personas de clases más acomodadas (supuestamente más viajadas) son las que menos amigos de otras nacionalidades tienen.

Motivos para eliminarnos de sus vidas

Hasta la fecha, el estudio más directo sobre por qué perdemos amigos lo realizó el sociólogo Christopher Sibona en 2014 para la Universidad de Colorado en Denver. Su afán era, en parte, saber cómo se forman y se destruyen los grupos sociales cuando todo lo que hay que hacer para trabar relación es un clic.

Pero ser amable, sonreír con un clic de aceptación de un amigo es fácil e incluso benévolo; en cambio, expulsar a alguien de tu círculo es una señal de rechazo un tanto violenta.

Después de contactar con más de 2.800 usuarios a través de Twitter (porque le permitía hablar con gente que desconocía para su experimento) logró que completasen sus test unos 1.500. A todos les preguntó (desde diferentes ángulos) por qué habían retirado la amistad a algunas personas en Facebook. Y las conclusiones fueron menos dolorosas y más mundanas de lo esperado. Los motivos, por orden de frecuencia eran estos:

  1. Postear demasiadas veces cosas demasiado poco intrascendentes.
  2. Escribir opiniones muy polarizadas sobre política, religión u otras cuestiones sensibles realizando comentarios racistas, sexistas, soeces.
  3. Retransmitir su vida privada hasta la saciedad: qué desayunan, qué ha dicho su mujer o marido al llegar a casa, ingentes fotos inútiles de sus hijos y otras intimidades nada morbosas (porque si lo fueran quizá otro gallo les cantara).

Por cierto, que el tipo de persona a la que más borramos de nuestra lista de colegas son los excompañeros de instituto; quizá porque los aceptamos en un lance de entusiamo, pero luego nos damos cuenta de que ya no tenemos nada en común.

A través de revisista digital TLIFE

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¿Sabías que todos somos transgénicos?

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Llamamos transgénicos a aquellos organismos en los que parte de su material genético proviene de otro ser vivo diferente. La palabra es asociada inmediatamente a tomates, salmones, empresas malvadas y a un apocalipsis zombi desatado por irresponsables científicos que juegan a ser Dios. Pocas veces pensamos en que muchos animales son transgénicos de forma completamente natural… y nosotros, somos  los primeros.




Una investigación de la Universidad de Stanford publicada la semana pasada en la revista ‘Nature’ asegura que existe material genético de virus ancestrales en nuestro genoma y que este es fundamental para nuestra reproducción.

Durante la infección de un virus, no es extraño que parte de su material genético termine por accidente en el genoma del huésped, sin mayor utilidad. De hecho, se sabe desde hace años que el 8% de nuestro genoma pertenece a virus. Aun así es fascinante pensar que, en algún momento de la evolución humana, nuestros antepasados comenzaron a reciclar estas sobras virales para su propio beneficio.

Además debe sumarse la presencia de entre un 1% y un 3% de genoma neandertal a nuestro genoma, que mejoró la adaptación del ser humano moderno a los climas fríos, aunque quizá también lo volvió más sensible a ciertas enfermedades.

Introducir material genético de unas especies en otras es a menudo comparado con el trabajo de Frankenstein, el investigador de ciencia ficción que perdió su nombre cuando el moderno Prometeo le ganó en popularidad. Pero no tiene nada de artificial: la llamada transferencia horizontal es un mecanismo que ha dirigido la evolución de los seres vivos durante millones de años. El ser humano solo ha logrado acelerar el proceso y optimizarlo en su propio beneficio.




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