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La mayoría de la gente adora el verano, porque verano es la temporada perfecta para andar  prácticamente desnudo, emborracharse todos los días y practicar sexo al máximo. Esto  ha sido así desde el inicio de la civilización, pero…

¿Por qué un poco de luz solar nos  alborota ? ¿Estamos biológicamente configurados para beber demasiado en verano o tenemos la opción de bajar un poquito el ritmo el próximo año?

Para responder a estas preguntas, consultamos a varios profesionales.

Toine Schoutens, director del Centro Holandés de Investigación sobre la Luz y la Salud. Según él, nuestras ganas de tener sexo en verano no están relacionadas directamente con la vitamina D que absorbemos cuando nos exponemos a la luz del sol.

«La explicación biológica es bastante simple», dijo. «Originalmente, los humanos son animales que están acostumbrados a vivir en el exterior y a adaptarse a los ciclos de la noche y del día. Hace unos cuantos miles de años —que no es mucho si lo vemos desde la perspectiva evolutiva—, vivíamos en el exterior y nuestro ritmo reproductivo se adaptó a eso. Si practicas sexo en verano, el bebé nace en primavera. Así, tienes toda una estación relativamente cálida para que el bebé crezca y sea más fácil que sobreviva al invierno».

Roelof Hut es biólogo y profesor en la Universidad de Groningen. Dice que muchos animales tienen estrategias reproductivas que dependen de la estación, pero que de entre todos los animales, los que menos las siguen son los humanos. «En comparación con otros animales, el hombre tiene un ritmo anual pésimo. Por ejemplo, los venados holandeses solo tienen ganas de aparearse en otoño mientras que los humanos lo hacen todo el tiempo». Pero eso no significa que la explicación de Schoutens sea inválida.

«Puede que nuestro ritmo estacional sea malo, pero en los meses de primavera nacen un 20 por ciento más de bebés que en invierno», dijo Hut. «En la antigüedad, la diferencia entre la cantidad de nacimientos era considerablemente mayor, pero ahora que tenemos tanta luz artificial, el contraste entre las estaciones se ha reducido desde la perspectiva biológica».

Es bueno saber que las aventuras veraniegas sirven para preservar la especie y no son solo calentones sin sentido. Por desgracia, esa no es la única explicación. Schoutens añadió que:

«También existe una explicación psicológica muy simple: si el clima es agradable, la gente sale, se broncea y en general tiene mejor aspecto. Además la gente usa menos ropa y es más fácil ver cómo andan de carnes. No se necesita un máster en biología para saber que esto detona impulsos sexuales».

Mark Spiering es psicólogo especializado en sexología en la Universidad de Ámsterdam y está de acuerdo con la explicación psicológica dice:

«En mi opinión, el aumento del deseo sexual se debe a la cantidad de desnudez que vemos en la calle durante el verano. Más tetas, más piernas y más abdómenes marcados». Y estar ebrio ayuda mucho: «El alcohol hace que aumente el interés por el sexo. En los hombres es porque el alcohol aumenta los niveles de testosterona, pero también afecta a las mujeres. Solo que la calidad del acto sexual no mejora. De hecho, es mas difícil llegar al orgasmo. Pero el deseo sexual inicial sí aumenta».

Por intuición, asumimos que la luz del sol mejora el humor y que este, a su vez, aumenta el deseo sexual. Sin embargo, para nuestra sorpresa, Spiering dice que esta teoría no está respaldada científicamente.

«Lo probé una vez en el laboratorio y descubrí que las emociones positivas no necesariamente aumentan el deseo sexual o la excitación». También añadió que «aunque creamos que las emociones negativas empeoran el sexo, en realidad, un poco de miedo o estrés pueden servir para mejorar la calidad del coito. La aseveración de que estar de buen humor hace que tengas mejor sexo no está comprobada».

Hay factores concretos que aumentan las ganas de mojar en verano. ¿Pero qué hay de las ganas de emborracharse noche y día? Toine Schoutens:

«No creo que haya una correlación directa entre un buen clima y el consumo de alcohol. Creo que esas cosas dependen de la situación y la cultura del consumo del alcohol».

Por más sorprendente que parezca la explicación, al parecer no tenemos una disposición biológica. Roelof Hut:

«Los humanos y las moscas de la fruta comparten una enzima que hace que seamos muy buenos para procesar el alcohol. Pero funciona todo el año»

Mark Spiering dice algo que cualquiera podría haber averiguado:

«El verano es caluroso y normalmente tenemos más sed cuando hace calor».

A través de VICE

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